lunes, 13 de febrero de 2012

Balances y cavilaciones



Podría enumerar algunos datos superficiales que he podido aprender en todo este tiempo, algunas opiniones y aportaciones importantes para el desarrollo de nuestro futuro educativo pero para ser francos pocas cosas he aprendido de la carrera y muchas de la vida en estos tres años.
He aprendido que tienes que luchar por lo que quieres conseguir, con uñas y dientes y que para ello tienes que hacer cosas agradables y cosas que no lo son tanto.
En estos tres años he madurado y he aprendido a aceptar las derrotas y a celebrar las victorias, a aceptar las decisiones tanto si me han gustado como si no. He aprendido que no siempre puedes agradar a gente y quien menos te lo esperas es el que va a estar ahí.
He aprendido a valorar las cosas pequeñas y aparentemente insignificantes y que sin embargo, han sido las que han marcado la diferencia de compañeros Y GRANDES AMIGOS.
Irme fuera me ha servido para ponerme a prueba, para aprender manuales de supervivencia, para aceptar los cambios, las desilusiones y los fracasos. Para poder empezar una vida nueva y aprender a valorar el esfuerzo que cuestan las cosas.
De estos tres años me llevo mi título de "seño Maia", me llevo millones de sonrisas de monstruitos, me llevo consejos, me llevo un trocito de cielo, me llevo escapadas piadosas, me llevo viajes, me llevo maletas vacías, me llevo muchas fiestas y locura, me llevo desayunos al sol, me llevo paseos interminables, millones de horas de conversaciones y dos millones de sacos de risas.
Me llevo un auténtico manual de cómo hacer chuletas, visitas, amigas que no creía posible y fracasos con amigas que creía para siempre.
Es increíble comprobar lo que puede cambiar la vida de una persona en el trascurso de tres años que aunque se dice pronto, y a pesar de que ha habido momentos agonizantes, han pasado más que volados.
Tres años donde no te das cuenta de todo lo que has pasado, vivido y cambiado más que viendo fotos y leyendo viejas conversaciones.
Tres años en lo que nada es lo que parece, donde te das cuenta de todas las cosas, donde maduras a base de golpes, donde creces y te formas, ya no académicamente sino personalmente.
Para mi han sido años inmejorables y no los cambiaría por vivirlo de otra manera.
Y a pesar de todo lo malo y todo lo bueno, me encanta Almería, me encanta su gente y no se cómo voy a poder acostumbrarme a no ver caras familiares todos los días y nuestros pequeños rincones todos los días.
Porque para mí no ha habido nada más gratificante que sentir, querer y hacer lo que más me gusta.



miércoles, 8 de febrero de 2012

Mi verdad universal



¿Has sentido a veces que no sabes que pensar? ¿Ni sobre lo que decidir y que, por mucho que lo pienses vas a seguir igual?
Pues bien así soy yo.
Puedo estar eternamente decidiendo desde los temas más banales hasta los más importantes. Tomar una decisión únicamente porque es lo que hacen todas las personas normales y aun así seguir dudando, no dos días ni dos meses siquiera, sino que puedo estar dudando en tiempo indefinido. Cavilando eternamente. Mi vida es un mundo de inseguridades, donde siempre me debato entre el sí y el no, entre el hacer lo que pienso y lo que no, entre callarme o hablar.
Por eso creo que siempre estoy en estado de espera.
En espera de algo, en espera de poder decidir con seguridad sobre algún aspecto de mi vida, de tener la completa certeza que hago las cosas correctamente. Es espera de algo que me llene realmente y deje de hacerme dudar y tener la certeza absoluta que eso es lo que quiero y aferrarme a ello.
¿Cómo se supone que piensan y actúan las personas que son seguras? Las odio o más bien podría decir que las envidio. No lo sé exactamente, ni tampoco me sorprende.
¿Cómo saben descartar con esta falicidad? ¿Cómo saben qué camino coger? Yo me quedaría eternamente en el principio donde se bifurcan, por miedo a escoger el incorrecto.
Creo que nunca decido porque en el fondo tengo pánico de quedarme sola.
Que decida mi suerte, o mi desgracia.
¿O no?



sábado, 4 de febrero de 2012

Quizás.

Las cosas no son como deberían ser. Las cosas son demasiado complicadas y no todos tenemos la fuerza para luchar ni el valor para dejarlas ir.
No todos tenemos la cualidad de saber pasar de los comentarios, ni del qué dirán. No todos tenemos el valor de volver a intentarlo. No todos no tenemos miedo a algo que escapa a nuestra comprensión.
Pero sin embargo, todos en el fondo queremos, queremos algo. La diferencia es que cada cual elige su modo de llevarlo.