Odio los patrones. Los márgenes sobre los que hay moverse.
Derecha o izquierda. Blanco o negro. Y educados para seguir un fin y cumplir
unos objetivos, las más altas metas a fuerza de aplastar o hacer todo lo que
esté en nuestras manos, rozando salirse de lo ético si es necesario para poder
conseguir esa aprobación social que te hace gozar y presumir de títulos que
bien no significan que estés más preparado ni seas más inteligente que
cualquier persona que te rodee.
Hay que luchar desde que entramos a la guardería por
ascender, un curso tras u otro, siempre siendo los primeros, para gozar de
becas y elogios que te ofrece poder ir en la cima. Todo dirigido a poder ir a una universidad y ser el más competente
de los médicos que salgan, de maestros, de ingenieros, físicos o matemáticos.
El caso es que lo logres y no seas bueno, sino el mejor.
Y esto, esto que he dicho anteriormente es una auténtica
mierda. Cuántas veces no he dicho que estudiaba música y me han respondido ¿y
qué más? ¿cómo y qué más? ¿Acaso la música no es mucho más sacrificado y muchos
más años que una carrera? Es un desprestigio el simple hecho de decir soy músico
que causa en la persona que te lo oye decir, una seriedad que sólo quedaría que
te dijese… qué pena y desperdicio, palmadita en la espalda y echar a correr.
“Sácate otra cosa, no vas a vivir de eso” es la frase que
más se utiliza como respuesta y no sólo la música, sino también los bailarines,
los pintores y demás carreras artísticas y, o bien te propones ser un auténtico
genio, un Mozart o un Picasso que cause un antes y después para ganarte un
cierto reconocimiento o más te vale tumbarte a morir.
Matamos la felicidad y la ilusión de los niños desde que
empiezan a ser escolarizados, uno tras otro y día tras día, luchamos para que
consigan estar sentados en una silla el mayor tiempo posible y arrancamos
cualquier vestigio de creatividad que venga de ellos porque “no está en el
temario”. Y nosotros, cada uno de
nosotros tenemos culpa de intentar crear copias exactamente iguales que los
demás, una cadena de conocimientos inamovibles, vivamos el momento histórico
que sea. Nos acomodamos pensando que no podemos hacer nada, pues la sociedad de
conduce a ello porque es más fácil así expiar nuestras culpas. Conocimiento, matemáticas,
lengua, físicas y químicas pero eso sí, música y plástica optativas.
La respuesta es que no creamos niños competentes sino
inseguros, niños que no quieren ser niños porque quieren ser como los mayores,
que dan más asco conforme pasan los años. Prueba de ello es que cada vez
necesitamos más idiomas, más títulos, más masters y cursos de formación
postgrado que no sirven absolutamente para nada.
Tenemos mucho más que aprender de los niños, que ellos de
nosotros.
“Educad a los niños y no
será necesario castigar a los hombres”.
Pitágoras
Pitágoras
“De todas las personas, los
niños son las más
imaginativas. Se entregan sin
reservas a todas las ilusiones”.
Milton
Milton