Puede que no sea perfecta, que no me levante a las 8 de la
mañana con el pelo intacto ni la cara resplandeciente, puede que no tenga todos
los días buen humor aun si fuese trayéndome un desayuno a la habitación. Puede
que no sea guapa, ni que tenga un cuerpo de infarto, ni siquiera llegaría a ser
dama de las fiestas de mi pueblo. Puede que no me gusten las declaraciones de
amor (o si, depende) , ni los piropos, ni recibir regalos, ni darlos. Puede que
mi vocabulario no sea el más adecuado. Puede que no te llame, que no te escriba
aunque esté muriendo de ganas por hacerlo. Puede que te diga que no me
interesas, que paso de todo, que paso del amor, que paso de las personas que ya no están.
Puede que después de estar días y días hablando te diga de quedar y después se
me olvide y tenga que suplicar mi perdón. Puede que me aisle, que me enfade,
que te lleves algún desplante e incluso te puedas ganar una colleja si
consigues sacarme realmente de mis
casillas. Puede que tenga el mismo problema de memorizar que aquellos peces que
un día tuve.
No soy perfecta, ni quiero serlo. Jamás. Y no es un tópico
sino un hecho. Me gusta. Me gusta equivocarme porque siempre me ha traído algo
mejor después aunque al principio me viese hundida.
Puede que me guste mi mal humor porque mantengo a las
personas a raya y ser cabezota aun sabiendo que ni de lejos a veces tendría la
razón porque eso es lo que mejor se me da siempre... llevar la contraria. Puede
que me guste despertarme y que me dejen,
que me dejen dar vueltas por la cama maldiciendo haberme acostado tarde
y quedándome de nuevo dormida y volviendo a maldecirme por despertarme tarde y
perder la mañana sin hacer cosas.
Y puesto que me gusta llevar la contraria cuando estés lejos
y no hablemos querré hablarte y cuando estés cerca me agobiaré de tal manera
que solo tendré ganas de echar a correr, cuando me hables bien desconfiaré de
ti y cuando me digas las cosas que no quiero oír te agradeceré infinitamente
esas palabras aunque me haga la indignada. Puede que en el fondo, quiera una
historia perfecta de amor.
A pesar de las diez mil cosas malas de las que soy
consciente (o no tanto) que puedo tener, a veces y solo a veces me gusta ser
yo. Yo con mis ataques de desesperación que me llevan a decir una tontería peor
que la anterior, yo en mis vacaciones de verano tostándome al sol y mi aceite
de coco que tanto odio, yo y mis enfados de niña pequeña, yo y mis ganas de
organizar quedadas, yo y los abrazos, besos y palabras de la gente a la que veo
poco, yo y mis debates internos, yo y mis secretos que no son tan secretos como
los hago ver, yo y mis chichas, ojeras, mofletes...
Puede ser que nunca sea nadie grande, que no sea un músico
prodigio, ni una maestra revolucionaria, ni la investigadora que dé con la cura
del cáncer, puede ser que sea una persona más que normal e incluso aburrida.
Puede ser que me gusten mis defectos hasta el punto de no
querer cambiarlos.
Al menos no por nadie que no merezca la pena hacerlo.
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