Tiempos pasados, de brillante oro, pasados de gloria.
Dicen que no se puede vivir en el pasado porque siempre te
nubla tu futuro, pero es que yo echo tantas cosas de menos, que no puedo evitar
dar un paso adelante mirando hacia atrás. Es como aquellas personas que odian
avanzar pero que una vez que han dado el paso no saben si están mejor o peor.
La verdad es que fueron tiempos gloriosos, tiempos donde lo
teníamos todo, incluso nuestra libertad. Éramos corazones jóvenes, algunos más
aventureros y locos que otros, pero éramos nosotros al fin y al cabo.
Solo bastaba una llamada, una simple mirada y cualquier
mínima tontería para dar una patada a los libros y salir a la calle, a donde el
viento y los pies llevasen. Amigos con los que compartí algo más que ratos de
risas y lloros, amigos con los que tenía un vínculo especial, amigos que me
ayudaron y ayudé.
Miro atrás y veo una María miedosa, como siempre. Arrastrada
a lo más hondo en muchos momentos y de los que emergí gracias a ellos, a todos
esos que un día estuvieron a mi lado. Amigos para lo que mandar todo a la
mierda era cuestión simplemente de abrir la boca y los días eran menos
aburridos porque era salir por esa puerta de la universidad y no se planeaba
nada bueno.
No sabía que la nostalgia podría llegar hasta tal punto y la
verdad es que nunca había echado jamás tanto algo de menos. Echo de menos a las
que fueron mis hermanas y madres allí, echo de menos esos paseos, cenas,
fiestas, tardes de agobios, tardes de trabajos, mañanas resacosas de
universidad, visitas inesperadas, despedidas grandes… escapadas de mi piso a
altas horas mientras todas dormían para ir a ver a un chico por el que seguramente habría arriesgado. Porque
eran locas y asquerosas, pero mis locas. Una universidad fea, pero mi
universidad. Un piso viejo y feo, pero mi piso. Una ciudad incomunicada, pero
mi ciudad.
Y aunque no ha pasado nada de tiempo, parece que me siento
desde entonces mucho más vieja, como si hubiesen pasado treinta años desde
entonces.
No logro entender como una ciudad que me vio tanto llorar,
me pudo dar amigas tan grandes, chicos tan increíbles, fiestas tan locas y
alegrías abismales. Y aun así, firmaría por estar de nuevo en mi primer día de universidad.
No puedo entender lo rápido que va el tiempo y cómo no puedo
dejar de pensar en todos esos momentos.
Gracias. Gracias por dedicarme esas conversaciones que me
hacen añorar pero sobretodo sonreír.
Siempre hay miradas que se empañan con una canción...
Siempre hay momentos que valen toda una vida...
Siempre nos quedará, Almerida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario