jueves, 9 de mayo de 2013

No quiero dejar de pasar este día sin hacerle un pequeño reconocimiento, de volver a recordar, porque hoy parte de la que ha hecho que tuviese una infancia feliz se ha ido.
No puedo evitar estar triste, porque eras tú la que alegraba todas mis tardes. Porque una mañaca de cuatro años hacía levantarse a su abuela para que la vigilara desde la puerta para poder llegar a la tuya sana y salva, mientras gritaba tu nombre para que fueses abriendo la puerta.
Vaya tardes.
Tardes largas que he pasado allí en tu sofá, tu me contarías dios sabe qué, pero conseguías entretenerme toda la tarde y querer volver a la siguiente.
Crecemos y nos volvemos independientes y cambié las tardes de café y cuentos por libros y amigos, sí, es la ley de vida pero nunca  he olvidado esas tardes, noches y días enteros en esa casa, o tú en la mía. La verdad es que con seis casas que hay allí poco margen más quedaba.
Hace un mes que estuve hablando contigo y sé que todos los días has seguido preguntándole a mi abuelo por mi. Yo también lo he hecho. Y siento que lo que siempre se lleva siempre a las personas que quiero es el  cáncer, el dichoso cáncer.
Hoy quiero decirte que me alegro mucho de haberte conocido. Que me alegro de haber pasado cada una de las tardes que estuve allí y quiero decirte lo que jamás te dije.... que te aprecio y quiero, mucho.
Siempre dicen que hay que decirlo a tiempo, pero ya ves, cuando se es pequeña porque se es pequeña y cuando se es grande peor me lo pones.
Buen viaje, seguro que con lo grande y buena que eras y eres, vas a estar donde mereces.
Un sincero último abrazo y dos besos, como los dos que te dí la última vez.

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