domingo, 20 de enero de 2013

Dos tazas de café, una foto de carné. 
Y le das vueltas. Todo el día. Le tienes durante todo el día encajado entre tus pensamientos. Aparece en cuanto abres los ojos y te abandona en cuanto consigues cerrarlos. ¿Pero sabes qué? Que no puede abandonarte porque ni siquiera está contigo. Lo único que conservas de él es el recuerdo de sus labios deslizándose por tu piel y una sonrisa que compartes con sólo él sabe cuántas. Y no sabes lo que duele más. Si la indiferencia que siente por ti, o la absoluta y efímera devoción que parece sentir por dormitorios que no huelen a ti. Si las lágrimas que se te atragantan por orgullo o la necesidad de sentirle cerca, tan cerca como pudiste haber estado de él.

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