viernes, 4 de enero de 2013

Hoy


Y hoy, viendo fotos de momentos borrosos, momentos que habían quedados en el fondo de mi tintero pienso en qué puto momento todo se fue a la mierda, en qué momento dices… este es el principio del fin, cuál fue el puto momento donde di  un portazo y corrí en la dirección contraria y lo peor de todo… ¿qué fue lo que me hizo llegar a ese extremo?
Pasan los días y mes tras mes parece que todo queda borroso. No recuerdo cuales eran los motivos por los que dejé de hablar con alguien o ir con cualquier otro, solo recuerdo que me cae mal, que no quiero saber nada de su vida, que no debo acercarme, que no debo hablarle. Pero en el fondo y no tan fondo de mi ser pienso, ¿y qué pasaría si hoy lo hiciese? ¿Qué pasaría si volviese?  Sería contradictorio, tanto por lo que he renegado, criticado y olvidado durante algún tiempo, pero el tiempo, que es tan gracioso y majo hace que con el paso de todos los días, solo recuerdes lo bueno como si quisiese minimizar el problema y eso, a una dudas infinitas como lo soy yo, no hace más que erosionar y sacar poco a poco mi pequeño grado de culpabilidad que antes no existía.
El odio y el rencor dejan paso a la nostalgia y realmente pienso si llegó a merecer la pena perder todo lo que teníamos, perder todo lo que vivimos y lo que podríamos haber vivido.
Hoy pienso en si no podían haberse arreglado las cosas sentándose a hablar, poniendo todas las cartas sobre la mesa, sacando todo lo que nos amarga por dentro, todo lo que hace que al estar mal y venga de esa persona irá todo a hacer daño, como si únicamente por venir de ella, fuese para joder. Podríamos haber mostrado nuestras cartas y luego decidir si nos convenía arriesgar o dejarlo pasar.
Fuimos cobardes, fuimos todo lo que un día prometimos no ser, no perder.
Hoy, especialmente hoy, pienso qué fuimos y qué hemos quedado.
Y a pesar de todo, no puedo evitar dar las gracias. Porque creo que lo que siempre queda, al fin y al cabo, solo son los buenos momentos, que para serte sincera, no es que hayan sido pocos.
Quizá estemos todavía detrás de esa puerta que cerramos, pensando si girar el pomo o irnos definitivamente.


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